ECONOMÍA / ESPAÑA. El precio de todo toca su máximo nivel, de momento. Madrid, España, Europa, Tas.

Los precios de todo en el mercado español subieron (pese a las rebajas, a la crisis, y a Tarzán y la Mona Lisa) el otro día a un máximo histórico debido al temor generalizado ante un inminente ataque extraterrestre (que no se cree nadie, pero, bueno, en fin, in).

Por ejemplo, los precios de los cucuruchos y de los ventiladores artesanales se vendieron diez mil veces más caros que a comienzos de año. "Jamás hemos visto algo como estos precios antes"; dijo Don Jones Palma, un operador bursátil muerto de hambre.

"Los precios han subido más del 100.000% y ahora superan incluso a quien se ponga por delante"; señaló otro operador bursátil, éste muerto de sed y sin probar bocado hace tres siglos. El Ministro de Economía anunció el martes o el lunes o por ahí que el Gobierno aprobó unas medidas muy, pero que muy chulas para parar este desmadre. Así.

Sin embargo, aquí no se fía ni Dios de nada. No hay confianza, se ha perdido la fe pese a quien pese. Altos -190 centímetros, más o menos- funcionarios del Misterio de Economíaperomíamía expresaron su preocupación con una radiante sonrisa en la cara.

"Los precios que estamos viendo son definitivamente de locos y te hacen preguntar cuál será el resultado final de esta movida"; finalizó, sentenciando, otro analista bursátil; éste creo que es australiano, aunque criado aquí, sí, aquí al lado. ¡¡Vamos, vamos!!

Ana F. Rico

Matorrales, Guadalajara, España. A la señora Gorda Aráez Oca se le aparece la Virgen y le dice que debe de recuperar las tierras que su marido ha perdido en el juego para que ella -la virgen- pueda tener un sitio donde poder volver a aparecerse con cierta frecuencia y que así la gente pueda ir a rezarle y, a la vez, a encontrarse con Dios; que le dijo la Virgen a Gorda Aráez Oca que está muy pero que muy solo, el pobre.

En declaraciones a Radio Enquiebra, el párroco Circunspecto Paz Total, que se había enterado por casualidad de la aparición, dijo que "hay que construir un Santuario echando hostias" (se persigno al decir esta última apalabra), cosa que le honra, sin duda.

Na más.

Diego R.

El paciente, Rómulo Remo, parece ser que estaba muy enfadado porque la directora del centro hospitalario siempre le decía: "Rómulo, tú, tú estás muy, pero que muy chiflao..., pero ¿sabes qué te digo? Si te lo propones tienes arreglo". A lo que Rómulo Remo, siempre con una abierta sonrisa (sin dientes) en la cara, contestaba consternado y cerrando los ojos (ambos, es decir: el derecho y el izquierdo): "Querida directora del centro hospitalario éste, usted sabe perfectamente que yo no estoy loco; que estoy aquí por error, un error que no es mío, es de ustedes que no se acaban de creer que yo soy Alejandro Magno". La señora directora, con cara de vinagre, arrugas verticales encima y debajo sus finos -invisibles, casi- labios, daba media vuelta y se marchaba sin decir ni un miserable "hasta luego, Rómulo".

Esto tenía cansado a Alejandro Magno, así que un día soleado por la noche, mientras los otros Alejandros Magnos jugaban con la nieve, lanzándose bolas, saltó por la  ventana de su cuarto -no había salido al recreo, astutamente-, el cual tenía una altura tal y era el piso de la planta número tal, cayendo en un tiesto muy grande, desde el que, con ayuda del exterior, huyó.

Rómulo no es peligroso, pero a pesar de no ser peligroso, el ejercito y todos los trapecistas del circo Quevidamásperra, andan detrás de él, bueno, detrás no, porque no saben dónde está, será mejor decir lo buscan por todas partes para, una vez encontrado, agarrarlo  bien y llevarlo al hospital del que malamente escapó.

La directora (una mujer de armas tomar, fea, cobarde, mandona y amargada; una bellísima persona, vamos), Ernestina Pez de Plata, no hace otra cosa, durante el día y la noche, que beber anís para calmar la ansiedad que le ha provocado esta inesperada fuga.

Seguiremos informando.

Diego R.

Los cerdos, todos bien gordos, bien cebados, abandonaron su hogar, llevándose, eso sí, sus valiosísimas patas de jamón.

Ocurrió en Theerran (patagonia chilena, Chile)

Juanferri

Alcorán Brottes se acerca hacia nosotros, es decir, hacia mí y mi tortuga, muy puntualmente, son la siete en punto de la tarde (una tarde fresca, calurosa , verde, aquí, en Mangundia). Estamos, estoy, estás...Pepín, con la grabadora y con el bloc de notas para tomar notas y tal. Saludamos al ilustre escritor y éste nos tiende la mano displicente (aquí aprovecho para echarle un gapo -escupitajo- en la cara; ni se inmuta).

Comienzo la entrevista preguntándole: -¿Y qué, que va a pasar mañana, qué desayunará usted, señor Alcorán Brottes? Me contesta con un monosílabo muy mono; asiento sonriente y continúo con la entrevista ésta de los putos cojones: -¿Dígame, señor Alcorán Brottes, esos meteoritos que no impactan en la Tierra, por qué no le leen a usted? La respuesta no puede ser más sincera. Me dice, categórico, sonriente, serio, lloroso, griposo, alucinado, -"Pues por qué va a ser, ¡hombre!" Y es verdad, no se puede ser más claro, pienso, alfalfa, yo.

Encendemos unos cigarros y nos ponemos a fumar deseosos de que nos llamen la atención para joder, hostia. Le sigo preguntando y le digo: -¿Usted fuma?, señor Manolito, a lo que me contesta: "Buenos días", y se va. Yo me fumo los dos cigarros y me bebo todos los Gin Tonic que me aguanta el cuerpo, y me voy tan contento. Joder.

Juanferri