El sacerdote Elásanto Beatetitotán, sacerdote en la parroquia de Almujarillinina (en Medina del Cajón de Sastre, Espania), para su desgracia y la del mundo entero, ha perdido su fe. Se encontraba Elásanto Beatitotán jugando al póquer en el bar del pueblo, cuando repentinamente, después de pegar un sorbo de anís del Mono, empezó a temblar, así, como si su edificio corporal sufriera un terremoto de magnitud  ochocientos mil traspones. Cuando los temblores cesaron -al cabo de dos hora y pico y pala-, este hombre de bien exclamó: "¡Hostias (aquí se persigno), que he perdido la fe!", añadiendo: "Y ahora qué hago yo". Silencio, los compañeros de partida callaron como piedras y sin reparo le levantaron las cartas para ver qué mano llevaba -la condición humana; la condición general, aunque bien es cierto que hay excepciones, ¡sí, cojones, las hay!- y así amañárselas para deshacerse de él y tirarlo a la cafetera. "¡He perdido la fe -repetía frenético Elásanto Beatetitotán-, he perdido la fe, ay, ay, ay, ayyyyy"!".Todo quedó en una anécdota porque uno de los trafulleros compañeros de partida, al caérsele un As falso al suelo  vio la fe, allí, en el suelo, entre cacahuetes, y se la dio con mucha alegría y sin mediar palabra a Elásanto Beatetitotán, el cual se puso a dar saltos de júbilo y continuó con la partida. El camarero -que se encontraba hasta ese momento mudo y a la expectativa desde detrás de la barra- sentenció, mientras se sorbía los mocos: ¡Vaya, vayaaaa!

Informó Diego R. Enviado especial a Almujarillinina (en Medina del Cajón de Sastre, Espania). 

Roban siete jamones en una jamonería. El suceso se produjo en Antequeralavera, a las cuatro de la madrugada, ada, ada, ada, ada. Una vez sustraídos los jamones, parece ser que a uno de los que perpetraron la sustracción le asoló una sensación de culpa que le quitó el apetito y que hizo que con una convicción fuera de lo normal convenciera a los otros responsables de la sustracción de que era necesario devolver los jamones a sus legítimos propietarios. Cosa que hicieron al día siguiente, por la mañana y de forma anónima, dándoles, devolviéndoles los siete jamones a los siete cerdos propietarios de los mismos; a los siete cerdos. Siete.

Diego R.

Rompe a cabezazos un grueso muro de cemento. Ocurrió ayer -más o menos- en Atarioca (Badajoz, España).

Pues nada, eso, que Malindres López, desesperado por no conseguir trabajo -cualquier trabajo, aunque fuera de director general de Endesa, por ejemplo- se puso a correr hasta que vio un muro de cemento y se dijo: "éste, éste se va a enterar". Comenzó, pues, ahí a darle cabezazos al muro hasta que éste por fin cayó al suelo, cayó como una lágrima, como cae el ánimo y el sentido de las cosas a algunas horas del día. Luego se fue a tomar un café y a echar un cigarro en la puta calle; que esto es que manda cojones: tener que fumar en la calle...

¡Por qué no os iréis todos a tomar por el puto culo, joder!

Diego R.

Un filólogo y su primo, éste fontanero, adivinan, inventan, crean, diseñan, proyectan, proponen..., en fin: crean una fórmula que permite escribir los números (sí los números: el 1, 2, 3, 4...y sus infinitas combinaciones -que sí chaval, ¡infinitas!-) en mayúscula. 

Efectivamente, parece que después de muchas pruebas y de un atracón de setas de ésas alucinógenas, todo ello, las pruebas y las setas regado con 300 litros de vino tinto, consumido en su totalidad, total. Decíamos (si es que se nos va el Santo al Cielo, por otra parte cosa ésta de lo más normal, por qué a dónde va a ir un Santo del los cajones sino es precisamente ahí, al puto cielo -ruego al lector excuse las palabras malsonantes; son cosas de la informática y tal, al), volvemos a decir: decíamos que sí, que efectivamente, sí es posible según estos dos membrillos -el filólogo y su puto primo- escribir, bien a mano, bien a máquina, bien al aguafuerte, los números, los vulgares números en mayúsculas. 

Por ejemplo, nos dice el filólogo, de nombre Abecedario Darío Tildado, si queremos escribir el numero uno en mayúscula, sólo tendremos que hinchar bien un globo -no importa el color, ni la forma, ni su procedencia, ni su sexo (el del globo, se entiende)-, y una vez hinchado, aunque la palabra correcta es, sería -según nos apunta su primo, el fontanero, de nombre Tuboslalín Arguamar- inflado, ¡eh!, inflado; bien, pues una vez inflado el globo ése de los cajones, sólo nos queda coger un lápiz y una moto y con convencimiento absoluto rezar tres Ave María y mirar al cielo, donde podremos ver todos los números habidos y por haber, ¡todos, todos, joder, todos!, en mayúsculas.

Se espera con impaciencia la opinión, resolución o repuesta de la Real Academia Española de la Lengua Española. Aunque mucho nos tememos que estos calamares tarden en pronunciarse porque -a parte de ser un poco vaguetes- ya tienen bastante con andar enredando con la ortografía, con el lenguaje y con los rollos de papel higiénico.
¡Venga, hombre, no me jodas, joooder!

Que Dios os bendiga, hijos míos (¿?)

Juanferri

¿Existe vida en el más allá?, se pregunta curioso el doctor en antropología, Albertín Colindante. En una reciente entrevista publicada en la prestigiosa revista científica Oh The Ouyyy Playiyiyi The Ouyyy Worldoning, el doctor Albertín Colindante, deja muy claro en unas respuestas duras, contundentes -respuestas como martillazos en un yunque-, que él personalmente, en persona, él mismo, no lo sabe aún , pero que, no obstante, está en ello. Esto traerá cola. (Añadimos nosotros). Ésta es una información de Oh The Ouyyy Playiyiyi The Ouyyy Worldoning para Oh The Ouyyy Playiyiyi The Ouyyy Worldoning.
 

Diego R.